Según se recoge en el informe ‘Situación de la disfagia orofaríngea en España’, la disfagia se define como la imposibilidad para tragar o deglutir los alimentos líquidos o sólidos, incluso la propia saliva, que se produce por una afectación estructural o funcional de una o más fases de la deglución. Tal y como refleja este documento interdisciplinar de expertos, «se calcula que más de dos millones de personas en España padecen disfagia y que aproximadamente el 90% de la población que sufre este trastorno no está diagnosticada ni correctamente tratada, según las estimaciones más recientes».
En el marco de la celebración, el 12 de diciembre, del Día Mundial de la Disfagia, Antonio Clemente, presidente del Colegio de Logopedas del País Vasco, recuerda que «la disfagia está codificada como una patología digestiva en la clasificación internacional de enfermedades CIE-9 y en el CIE-10 de la Organización Mundial de la Salud, pero aún no se registra de forma rutinaria ni en hospitales, ni en atención primaria, ni en residencias de personas mayores, ni se aborda de una manera protocolizada en la mayor parte de los casos».
Aunque los estudios son escasos y no se dispone de una información amplia y detallada, se estima que la disfagia afecta, al menos, al 40% de las personas mayores que viven en residencias y a más del 50% de las personas que tienen daño cerebral adquirido, bien sea éste producido por un ictus o por traumatismo craneoencefálico. Estos porcentajes arrojan unas cifras estimadas de más de 7.500 personas mayores en Euskadi con este problema y más de 1.500 casos nuevos de disfagia cada año por afectación cerebral en la Comunidad Autónoma.
El presidente del Colegio de Logopedas del País Vasco explica que, «la disfagia produce desnutrición, deshidratación, infecciones en vías respiratorias, como neumonías, asfixia e, incluso, fallecimiento».
Este trastorno afecta «a personas de cualquier edad, desde neonatos hasta ancianos y es causada por trastornos en el desarrollo, lesiones neurológicas deterioro cognitivo, lesión o accidente cerebrovascular, envejecimiento cerebral, enfermedades autoinmunes y del aparato locomotor o cáncer».
En el caso de las personas mayores, «en su estadio menos grave, la disfagia se manifiesta en un primer momento en el rechazo por parte del anciano a determinados alimentos. De manera progresiva, van apareciendo otros síntomas, como la tos debida a la ingesta de líquidos e incluso pequeños picos de fiebre. Si la disfagia orofaríngea no es detectada y tratada, surgen complicaciones más graves como neumonías aspirativas y atragantamientos. La malnutrición y deshidratación derivadas de estas situaciones aumentan la capacidad de los pacientes para desarrollar otras enfermedades, haciéndolos frágiles y vulnerables a infecciones y enfermedades».
En lo relativo al ictus, «la escasez de logopedas en el sistema sanitario, público y privado, y sociosanitario, junto con la falta de información generalizada sobre la posibilidad de rehabilitación logopédica cuando esta es necesaria, hacen que muchas personas que han sufrido un ictus vean mermadas sus posibilidades de recuperación, su calidad de vida y su salud», recalca el presidente de la entidad colegial, apuntando que «las personas afectadas por un ictus pueden solicitar a su médico especialista, en caso necesario, rehabilitación con un logopeda».
Clemente recuerda que el logopeda «es el profesional sanitario universitario que trata los trastornos de lenguaje, voz, habla, audición y deglución» y que, por ello, «los logopedas somos uno de los profesionales claves para, en primer lugar, prevenir la aparición de la disfagia, y además, diagnosticarla, determinar su tratamiento, aplicarlo y efectuar el seguimiento».
Así, recalca la necesidad de «una mayor incorporación de la logopedia a aquellos centros donde más se pueden diagnosticar problemas de disfagia, como puede ser en las plantas de hospitalización, unidades de críticos y de cuidados intensivos, oncología, neonatología, consultas de atención primaria, residencias de personas mayores, centros de día y de atención a personas dependientes y colegios».
El experto valora igualmente la importancia del logopeda en la formación de los familiares y cuidadores de personas con disfagia o riesgo de presentarla, así como de aumentar la concienciación social y profesional sobre esta enfermedad.