Las familias de niños con sordera están satisfechas con la aprobación de una nueva regulación que va a permitir a sus hijos seguir la lectura de los labios de sus profesores y compañeros gracias a mascarillas transparentes que cumplen con las condiciones de seguridad y prevención de contagios.
El viernes se publicó en el Boletín Oficial del Estado (BOE) la nueva orden ministerial que especifica los requisitos que deben cumplir las mascarillas higiénicas e incluye una disposición relativa a las mascarillas transparentes, que tendrán que ser certificadas por un laboratorio acreditado.
Se medirá de forma objetiva si protege, si se empaña, si observa nitidez y si no frena frecuencias de sonido
En concreto, el texto señala que los materiales deberán ser suficientemente transparentes como para garantizar la lectura labial, evitando materiales traslúcidos o con efectos como el empañamiento continuado de la zona transparente, y la distorsión o reducción significativa del sonido de la voz.
“Este marco legal, al que los fabricantes deberán someterse, supone un cambio importante para las personas, niños y adultos, con pérdida auditiva”, indica David Prujà, coordinador de la Federación de asociaciones catalanas de padres y personas sordas (ACAPPS). Las personas con dificultad auditiva apoyan la comprensión de lo que oyen con la lectura de los labios.
Hasta esta orden, existían mascarillas transparentes o con una ventana de plástico en el centro de la misma, pero no cumplían la normativa específica de protección frente al virus, porque se medía la efectividad de filtraje en el tejido que hay justo delante de las vías respiratorias. Los plásticos, el material utilizado para garantizar la transparencia, no la pasaban. Ahora se medirá el comportamiento de la mascarilla en su conjunto y lo harán laboratorios acreditados. En resumen, normas claras y control posterior.
Pero, además, la norma especifica una regulación en cuanto al grado de transparencia, con mediciones físicas objetivas, para evitar una transparencia poco nítida. Y obliga a reducir la distorsión del sonido, clave en la pérdida de algunas frecuencias. “Precisamente, trasladamos a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios la necesidad de medir la transparencia y los sonidos, porque habíamos detectado esas carencias en las pruebas de funcionalidad realizadas”, manifiesta Prujà.
En Catalunya, hay 1.993 alumnos que no oyen de forma óptima y el 91% están escolarizados en modalidad oral. Es decir, su comunicación no depende del lenguaje de los signos sino que es exclusivamente oral, con lectura de los labios. Para estos niños la mascarilla higiénica o de tela ha sido una verdadera barrera a su aprendizaje, no solo porque no pueden ver los labios de su interlocutor sino porque su voz les llega distorsionada (especialmente con la FFP2). Estos problemas se añaden a los que ya padecieron en el confinamiento en que no pudieron seguir las clases a distancia. Hubieran necesitado subtítulos.
La Generalitat aprobó en noviembre el uso de un tipo de mascarilla con una lámina transparente que cumplía no con la normativa sino con los “valores” de la misma en cuanto a eficiencia de filtrado. Y pudieron usarla también alumnos con otras discapacidades que necesitan interpretar los gestos faciales.
Ahora, la nueva regulación permitirá que haya más fabricantes y más ofertas, y los usuarios dejen de estudiar un “master en mascarillas”, sostiene Prujà.
Fuente: La Vanguardia