27 de junio de 2024
«Los datos epidemiológicos sobre el daño cerebral y sus consecuencias, en Euskadi, no son todo lo precisos que nos gustaría; según los datos de la Federación Española de Daño Cerebral, se estima que cada año se dan cerca de seis mil nuevos casos en Euskadi, cerca del 80% de ellos, por ictus. No hay datos específicos de cuántos de esos casos padecen afasia tras el daño, pero se calcula que aproximadamente, un tercio de los daños cerebrales afectan al lenguaje en
mayor o menor medida, lo que nos da una incidencia conjunta en Bizkaia, Gipuzkoa y Álava de unas dos mil personas». Esta es la realidad epidemiológica que el logopeda alavés Álvaro López-Quintana, pone de manifiesto, con motivo de la conmemoración del Día Mundial de la Afasia, que anualmente tiene lugar el 28 de junio.
El logopeda, especializado en el diagnóstico y tratamiento de la afasia y otros problemas de la comunicación, y miembro del Colegio de Logopedas del País Vasco recuerda que la afasia no es una enfermedad, sino «la secuela de un daño cerebral sufrido en la corteza de este órgano, en la sustancia gris, la parte más externa del encéfalo, la más especializada y la más desarrollada en el ser humano, donde residen la percepción, el pensamiento, el lenguaje, la planificación y la toma de decisiones, entre otros aspectos». La parte de la corteza que se ha de dañar para que se produzca una afasia ha de afectar a ciertas regiones temporales (de la zona cercana a la oreja) del hemisferio cerebral dominante,
generalmente el izquierdo. La lesión tiene que darse en estas zonas y en una persona que previamente haya desarrollado el lenguaje; si no, no se puede hablar de afasia.
Tipos de afasia
De este modo, una persona con afasia tiene afectado su lenguaje (no su habla, ni su audición) y puede afectarle a la comprensión de aquél, a su producción o a ambas funciones. El hecho de que cada cerebro sea único y que cada lesión a su vez sea diferente a cualquier otra, hace que sea difícil encontrar dos personas con afasia con idéntica sintomatología. Si bien, existen patrones que permiten clasificarlas, sobre todo, según estos dos parámetros, la afasia puede ser «sensorial, si afecta a la comprensión; expresiva, si afecta a la producción; o global, si afecta tanto a la comprensión como a la producción», detalla Álvaro López-Quintana.
El hecho de que el afectado sea el lenguaje, hace que sean todas las lenguas o códigos que conozca el paciente los que se vean afectados; es decir, todos los idiomas que domine la persona, tanto el lenguaje oral como el escrito, e incluso sistemas pictográficos o ideográficos.
Intervención del logopeda con el paciente
El experto, que desarrolla su labor en la consulta Hitzak Logopedia, ubicada en Vitoria-Gasteiz, explica que «la restauración de la función perdida es francamente complicada y depende en gran medida del cerebro en cuestión (edad, estimulación previa, estado general de salud, grado de motivación y estado anímico…) y de la propia lesión (tamaño, origen, si el paciente ha sufrido un coma, tipo de lesión, tiempo transcurrido…)».
Álvaro López-Quintana, parafraseando a Hipócrates, recalca que «no existe daño cerebral demasiado leve para ser ignorado, ni demasiado severo para perder la esperanza». Por ello, cuanto antes se empiece a trabajar con un logopeda, «mejor será la evolución y el pronóstico». Según explica, el trabajo debe iniciarse con «una buena valoración que dibuje un mapa de las capacidades alteradas y preservadas de la persona con afasia», ya que la tarea del logopeda es
la de colaborar en la reorganización funcional que se da en el cerebro después del daño recibido.
El cerebro, «que se pasa la vida entera adaptándose a nuevas realidades, tiene la misión de reorganizarse, haciendo que otras regiones diferentes tomen las funciones que la zona lesionada realizaba», detalla. «Es un trabajo lento, progresivo, repetitivo y costoso, que requiere de mucho apoyo de la familia y red del paciente; y de conocimientos, mucha imaginación y mano izquierda por parte del logopeda».
El lenguaje, una función superior de una complejidad extraordinaria
La comunicación oral es «un mecanismo fascinante y altamente cualificado». Para llevarla a cabo, el organismo cuenta con diferentes sistemas trabajando conjuntamente: «necesitamos un sistema que recoja los sonidos (audición); un aparato generador de sonidos que produzca esa onda sonora (voz); otro sistema que transforme dicha voz en fonemas (habla); y un sistema central que desarrolle los procesos de simbolización relativos a la codificación y decodificación, que etiquete los diferentes conceptos, estructure las ideas e interprete las diferentes situaciones, es decir, un sistema que trabaje como ‘esqueleto’ de la comunicación: éste sería, el lenguaje. Este ‘esqueleto’ es el que se ve afectado cuando una persona padece una afasia», concluye Álvaro López-Quintana.